(Debido a que no comento con detalle en esta reseña la gran cantidad de comparaciones que establece Paul Friedrich, podéis consultarme al respecto si hay algún detalle en el que tengáis especial interés. En este enlace podéis ver su tabla de contenidos, o comprarlo.)
Encontré este libro en la tienda del Thoreau Institute, junto a la orilla de Walden, y no pude evitar la tentación de adquirirlo. La premisa es apasionante, un tema que ha aparecido fugazmente en muy lúcidos estudios sobre esta obra del filósofo de Concord. Recordé al instante la breve referencia a ello en Los sentidos de Walden (publicado originalmente en 1972):
Como Walden, Bhagavad Gita es una escritura con dieciocho partes; empieza con el héroe desesperado ante la acción que le espera y termina con su comprensión y resolución, en particular con su comprensión de la doctrina (en la que la imagen del campo y el conocedor del campo es central) de que el camino del conocimiento y el camino del trabajo son uno y el mismo, lo que le permite emprender la acción que le corresponde y llevar su ejército contra un ejército de su linaje. (S. Cavell, Los sentidos de Walden, Pre-Textos, 2011, p. 155)

Friedrich, Paul: The Gita within Walden, SUNY Press, 2009, 164 pp.
Stanley Cavell dedica pocos comentarios más a descifrar esta relación. Por otra parte, Alan Hodder ha hecho un análisis más transversal de las relaciones del Gita y de otros textos orientales con varias obras de Thoreau, particularmente con A Week y Walden (en especial con su fábula del artista de Kouroo, que analiza extensamente) en su Thoreau’s Ecstatic Witness (2001).
La obra de Paul Friedrich (1927-2016), publicada en 2009, intenta arrojar aún más luz sobre esta línea de investigación, complementando estos y otros estudios mediante una comparativa entre Walden y el conocido texto hinduista Bhagavad Gita.
La intención del autor, como se observa desde el comienzo del libro, consiste en proporcionar una comparación directa y rigurosa entre los contenidos de ambos textos, mediante análisis que califica como «históricos, filosóficos y estéticos» (p. 2). De tal modo, traza una serie de conexiones a través de múltiples términos, conceptos e ideas: la noción de deidad; las referencias históricas y mitológicas; la simbología del hacha, el árbol invertido, el huerto y el ojo; valores sociales como la sinceridad y la igualdad; ideas metafísicas como la relación entre cuerpo y espíritu, la esencia, la liberación, y la eternidad; o los vínculos del trabajo, el conocimiento y la fe con las doctrinas religiosas hindúes.
El Gita en Walden, o El Gita dentro de Walden, se inicia con un comentario sobre los usos del término “Dios” (God) en Walden y los conceptos de la divinidad que aparecen tanto aquí como en el texto sagrado del hinduismo, cuyos autores son, para Friedrich, poetas.
El Dios de estos poetas no es sólo omnipresente y omnipotente, sino también inmanente y transcendente. Su Dios es inmanente, por un lado, porque está en todas las cosas y emergiendo a través de ellas como poder divino. […] Dios es transcendente, por el otro lado, porque es superior a todo en los reinos del espíritu y del mundo material. (p. 14)
A continuación encontramos un capítulo que, aunque un como confusamente, nos conduce hacia la visión de Walden como un texto que cita obras sagradas y que sitúa tras de sí una larga tradición de textos orientales. En un primer momento, Friedrich compara la recurrencia, tanto en Walden como en el Gita, de referencias a escritos sagrados, y en general a historias y a mitos. El protagonista de Bhagavad Gita relata estas historias mientras se prepara para una guerra, contextualizándola; el protagonista de Walden, por otro lado, lo hace mientras detalla la preparación de su cabaña, otorgándole un pasado y una cultura a la laguna y a los bosques. Desde esta semejanza, y la recurrencia de referencias a lo largo de Walden al Bhagavad Gita y otros escritos orientales, Friedrich se pregunta por el origen de esta influencia, y termina su segundo capítulo con un breve relato sobre su descubrimiento y estudio por parte de Thoreau.
El autor continúa realizando comparaciones entre diversos elementos estas dos obras. Por ejemplo, establece una conexión entre el hacha de Thoreau y el “arma del conocimiento” del Bhagavad Gita. No obstante, la conexión no es evidente, ya que hay que remontarse al sánscrito “asi” para percatarse de que este arma, o espada, o filo, guarda alguna relación con el latín “ascia” y el inglés “ax”. Pero Friedrich no destaca traducciones de este término directamente por “hacha”, y dado que Thoreau no sabía sánscrito no resulta creíble que fuera consciente de esta conexión, como sí lo podía haber sido del vínculo entre su campo de judías y el huerto o campo (kshetra) del Gita: un terreno sobre el que trabajar para obtener la sabiduría, o para alcanzar la virtud. Éste es uno de los puntos más interesantes de todo el libro, habida cuenta de que “The Bean-Field” es uno de los capítulos más elogiados de Walden.
No quiero concluir esta reseña sin comentar otros dos puntos de este estudio.
Es muy destacable el apartado dedicado a los aspectos metafísicos de Walden, es decir, a la discusión sobre la realidad y el hecho de existir o vivir. Friedrich considera que Thoreau mantiene un dualismo, pero en cierto sentido crítico, entendiendo que el cuerpo es “a la vez sagrado y profano” (p. 85), similar al que podemos encontrar en la doctrina del Bhagavad Gita. Por otro lado, Friedrich defiende (o se aproxima más a) una interpretación emersoniana de Thoreau, por lo que algunos de sus comentarios pueden ser puestos en duda por un lector escéptico en tal punto, sobre todo en cuanto al significado de la realidad y la experiencia empírica a lo largo de Walden, que para el autor “reflejan una profunda internalización del Gita y de la lectura que Emerson hace de él” (p. 90).
También es importante señalar la cuestión que quizás más viene a la mente cuando hablamos de la influencia oriental en Walden: la fábula del artista de Kouroo. Se sabe bien que Thoreau inventó esta fábula, y que sus influencias son muy variadas. Sólo en parte se relaciona con el Gita, por lo que Friedrich dedica pocas páginas a comentarla, aunque la cita por completo. Sobre ello, señala que los conceptos de pureza y perfección, que aparecen en esta fábula, son fundamentales en la historia narrada en Bhagavad Gita. Para profundizar en el significado de esta fábula resulta mucho más esclarecedor el análisis de sus fuentes realizado por Alan Hodder, y el breve pero sugerente comentario de Leonard Neufeldt en The Economist, donde vincula la fábula con los párrafos que la anteceden en Walden, a modo de preámbulo.
Para concluir, este libro tiene, a mi juicio, varios puntos criticables:
- Primero, el texto carece de una profundización en el significado de Walden, más que en sus coincidencias con el Bhagavad Gita. No trabaja la obra de Thoreau por sí misma, de modo que no analiza cómo el autor puede estar adaptando o reinterpretando los textos sagrados para expresar otras ideas.
- En segundo lugar, y en relación con lo anterior, el autor considera un gran número de comparaciones entre Walden y Bhagavad Gita, la mayoría de veces sin adentrarse en la cuestión de si sus coincidencias se deben a una influencia relevante en las obras, a una referencia ocasional, o a una casualidad. Sobre esto, ya hemos destacado el caso del hacha, que además Friedrich recuerda ocasionalmente a lo largo del libro presuponiendo que la influencia resulta indiscutible.
- Finalmente, hay que añadir que en general, al realizar estas comparaciones, Friedrich ha atendido específicamente a las ideas de Bhagavad Gita que podemos hallar reflejadas en Walden, descuidando aquellas ideas de Walden que tal vez puedan entrar en conflicto con el texto hinduista.
Aun así, esto no resta valor al gran estudio comparativo realizado por Paul Friedrich en esta obra, que sienta una buena base para posteriores análisis más pormenorizados y críticos.